La
obediencia es cuestión de admiración no de camaradería
Por Ángela Marulanda, Autora y Educadora Familiar
Lo grave es que los niños de hoy ya no "tragan entero" y no se dejan conducir por quienes ven que están tan perdidos como ellos. Así, no sólo se están quedando sin modelos a seguir sino también sin quién les establezca los parámetros de lo que deben y no deben hacer. Los hijos nos tienen que admirar para poder influir en ellos en un mundo en tinieblas cuando más precisan de la guía de sus mayores. Para eso tenemos que ser y parecer personas cuya forma de pensar, lucir y actuar mueva a los hijos seguir nuestras recomendaciones porque nos respetan profundamente y quieren ser como nosotros. Y la única forma es teniendo la sensatez y estabilidad que nos haga merecedores de su admiración. Debido a
que a los niños les está tocando crecer en un mundo en tinieblas,
en el que reina el cambio y la confusión, la paternidad es un reto
más difícil que nos exige revaluarnos para estar seguros
de que somos adultos dignos de ser considerados como tales por nuestra
integridad y sabiduría. Hoy más que nunca los hijos precisan
de padres que no estén empequeñecidos por su inmadurez y
sean como luces incipientes colocadas a ras de tierra, incapaces de mostrarles
hacia a dónde van en el camino de la vida. Tenemos que tener la
entereza necesaria para ser como faros colocados en lo alto de manera
que nuestra madurez ilumine la totalidad de su sendero y les permita andar
seguros hacia la cumbre de su propia madurez. |