Los “derechos sexuales” tienen algunos peligros
Desde hace un tiempo circula por Internet el texto del “Programa Nacional de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía”, (junto con un mensaje recolectando firmas de padres para oponerse al mismo). Se trata una iniciativa del Ministerio de Educación y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA, cuyo propósito es que el sector educativo implemente y sostenga una “política de educación para la sexualidad, con un enfoque que permita el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos” por parte de sus alumnos.
Entre varios otros conceptos objetables, este Programa considera que… “la escuela puede y debe desempeñar un papel primordial en el desarrollo de competencias que promuevan en sus alumnos “el ejercicio libre, saludable, autónomo y placentero de su sexualidad…” Pero, acaso no debería incluirse que ese ejercicio sea, ante todo, responsable y ético?
Auque el Programa tiene de positivo que aboga por el respeto a las personas con identidades sexuales diferentes, contiene planteamientos peligrosos. Por ejemplo, establece que “los niños, niñas, jóvenes y adolescentes son sujetos sociales activos de derechos sexuales” pero nunca menciona los deberes que les corresponde observar como tales. Promover derechos sexuales sin incluir los principios que deben regularlos abre la puerta a que se cometan toda suerte de atropellos en este sentido.
Por otra parte, asignarle a las instituciones educativas la función de educar sexualmente a los alumnos, conforme a parámetros dispuestos por el Ministerio de Educación y el UNFPA, es desconocer el derecho de los padres a formar a sus hijos conforme a sus creencias y valores éticos y morales. Son ellos, no tales instituciones, los que tendrán que sufrir y responder por los problemas que les acarree a sus hijos el ejercicio de su sexualidad en forma “libre, autónoma y placentera.”
Además, el Programa establece que los niños, las niñas y los jóvenes deben participar equitativamente en la toma de las decisiones que afecten su vida sexual, ignorando que ellos no tienen la madurez para poder medir todas las implicaciones de sus actos, además de que crecen sumergidos en una cultura mediática erotizada que prioriza el placer sobre el deber. De ahí que lo que regirá sus decisiones en lo sexual posiblemente serán las presiones de sus hormonas y de sus pares, así como las tentaciones a que los incita todo lo que ven y escuchan en los medios.
Otorgarle a los menores de edad voz y voto en decisiones “de vida o muerte” como son las que tienen que ver con su sexualidad , cuando aún no pueden medir ni responder por sus consecuencias es, a mi juicio, muy peligroso. La intimidad sexual, por ser un encuentro que puede llevar tanto a crear una vida como a arruinar la salud y por ende la vida, tiene el potencial de ser una experiencia grandiosa tanto como de ser devastadora. Y por eso debe estar regulada, no solo por programas de organismos internacionales y gubernamentales sino, ante todo, por principios éticos que favorezcan la integridad física, emocional y moral de los seres humanos.